La industria de la animación, ¿no tan mágica como la pintan?
Por: Fernanda Ríos f3ruchan
La industria de la animación ha evolucionado desde los días de Steamboat Willie. Hoy es un mercado global de $181.3 mil millones, pero su éxito tiene un costo. Detrás de cada película aclamada hay equipos que enfrentan agotadoras jornadas laborales para cumplir plazos imposibles. Este fenómeno, conocido como “crunch culture” o “la cultura del crunch en español”, ha normalizado semanas laborales de hasta 100 horas en algunos casos.
En la industria de la animación japonesa, las “black companies” son conocidas por explotar a los artistas. Jóvenes animadores trabajan noches enteras por sueldos que apenas cubren sus necesidades. Según un informe de 2019, muchos pasan semanas sin descanso, lo que destruye su creatividad y salud.
Animar un episodio de anime requiere miles de dibujos hechos a mano. Los estudios subcontratan gran parte del trabajo a países con leyes laborales más laxas, pagando a los artistas menos de $2 USD por cuadro. Esto lleva a jornadas interminables por salarios miserables.
En Estados Unidos, incluso en estudios prestigiosos como Sony Pictures, los plazos imposibles son comunes. Animadores reportan jornadas de hasta 90 horas semanales para cumplir con proyectos. Mientras tanto, los ejecutivos de estas empresas disfrutan salarios millonarios y bonificaciones, como los $50 millones que recibió el CEO de Warner Bros. Discovery en 2023.
Estas condiciones no solo afectan a los artistas, sino también a la calidad de las producciones. Proyectos como Spider-Man: Across the Spider-Verse y Jujutsu Kaisen se terminaron días antes de su estreno, con cambios de último momento que reflejan la desorganización de la industria.
A pesar de las duras condiciones dentro de la industria de la animación, muchos artistas siguen trabajando por amor a su arte. Sin embargo, esta realidad no es sostenible. Urge un cambio para proteger a quienes dan vida a las historias que todos disfrutamos.